Si se ve fríamente podría no ser en realidad nada especial, pero cuando estoy ahí corriendo o saltando la cuerda por momentos siento como si estuviera en otro planeta. Ese contraste que forman la pista, el camino de piedra, el prado, los árboles, las sombras, el cielo azul, el viento, y con frecuencia también el sol y las nubes, y el canto constante de los pajaritos, crean un espacio fantástico que me inspira, me relaja, y me permite despejar mi mente, al tiempo que mi físico está dando todo de si.
Es como si por unos minutos mi mente se asilara de mi cuerpo, para volverse a unir al termino de la rutina.
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